

historia.
El Período Preclásico
Las evidencias más antiguas de la presencia del hombre en el actual estado de Querétaro, corresponde a este periodo, según Cyntia Irwin, quien descubrió en la cueva de San Nicolás, en el municipio de Tequisquiapan, los restos de tres esqueletos y sólo uno tenia la antigüedad precerámica.
El análisis del material osteológico permite al investigador proponer varias conclusiones: en primer lugar, que la conformación craneana de los restos de San Nicolás los señala como " descendientes de los mas antiguos pobladores del continente Americano llegados vía Estrecho de Bering ", y que la deformación craneana presente en los restos de Ranas es similar a la acostumbrada en la Huasteca y costa del Golfo, ya que uno de los cráneos pertenecientes a un individuo del sexo femenino presenta plástica semejante a los de Zapotal, Veracruz.
Durante este periodo, el territorio queretano habitado por diferentes grupos es influenciado por corrientes culturales del Norte y del Sur que aportan sus experiencias tecnológicas y una adaptación social al medio; entrando en el sistema de intercambio vigente en aspectos comerciales, rituales, de organización política, etc.
La mitad del Norte del estado, concretamente la Sierra Gorda, tiene una densidad poblacional
relativamente baja y con asentamientos dispersos en los pequeños planes de las cumbres y en los valles intramontanos. Esta localización se debe tanto a sus necesidades defensivas como a las posibilidades físicas de aprovechamiento agrícola; añadiendo en muchos casos, como elemento determinante, la existencia de yacimientos minerales, cuya explotación se inició durante esta época para constituir posteriormente el renglón primario de la economía regional.
Período Clásico
En la región serrana algunos asentamientos adquieren importancia a partir del siglo V y actúan como centros de control religioso, político y económico. Entre ellos destacan por su importancia, Ranas y Toluquilla.
Situadas en las partes altas y planas de los cerros, su urbanización se adecua a las características topográficas con gran acumulación de construcciones e inclusive ampliación del terreno disponible por medio de muros de contención y terrazas. Estas ciudades presentan junto a numerosos restos de viviendas, basamentos piramidales de posible utilización ritual y varios juegos de pelota dentro del recinto urbano. El núcleo de los montículos es de argamasa de tierra y piedra suelta y al exterior están revestidos con piedra laja escuadrada de bordes redondeados.
Aún se conservan muros que dan la idea de la arquitectura original con sus pequeños taludes y cornisas superiores, así como la simetría que guardaban todos los edificios en el conjunto.
Junto a estas localidades concentradas y de fuerte densidad habitacional, se encuentran otros sitios que presentan tres o más estructuras con grandes espacios intermedios, posiblemente destinados a las labores agrícolas, como es el caso de El Deconí y San Joaquín, entre otros.
El desarrollo de la Sierra Gorda durante la época en que formó parte del área mesoamericana, se basó de manera importante en las labores mineras; renglón donde alcanzó una especialización tecnológica impresionante, aunque sin descuidar la agricultura que significaba la supervivencia de sus habitantes.
En esta región se establecieron pequeñas comunidades dispersas que probablemente mantuvieron una estrecha vinculación con las labores mineras. Esto debido al gran número de minas localizadas en la región. Cabe destacar que dichas minas constituyen lugares de trabajo ocupados por un tiempo determinado " dependiendo de la riqueza de la veta ". Por lo que es de suponerse que las comunidades implicadas hayan tenido una relativa movilidad geográfica, al agotarse el mineral y tener que trasladarse a otro sitio.
La producción minera tiene una secuencia bien definida. En primer lugar, la localización de la materia prima, es decir, los yacimientos, lo cual implica un conocimiento previo de la región y del comportamiento del mismo mineral. Un segundo paso es la excavación de la mina que, dada la tecnología a base de instrumentos de trabajo hechos de piedra, requirió una importante inversión de fuerza de trabajo manual en la perforación de pozos y galerías. El tercer paso es la extracción del material que, predominantemente, fue el cinabrio aparte de otros tipos de rocas y minerales. Las últimas fases del proceso de producción corresponden a su concentración y distribución a los centros de demanda.
Por otro lado, es conveniente mencionar que el ciclo agrícola del maíz actualmente en la Sierra es de una cosecha al año. Esta producción también requiere de diferentes etapas de trabajo: desde la tala del monte, la construcción de terrazas o retenes para suelos, la utilización o captación del agua de lluvia hasta su cosecha.
Para la ejecución paralela de las labores tanto agrícolas como mineras y considerando que la población serrana nunca fue tan numerosa como la de los valles, fue indispensable una organización social perfectamente estructurada, con división técnica del trabajo, jerarquía política y un sistema de control eficientes. Tal vez los cultivadores se ocupaban en las minas durante los periodos de desocupación agrícola o de manera más o menos intensa de acuerdo a la demanda del mineral en las zonas de consumo (Teotihuacan, Costa del Golfo).
Posiblemente hubo mineros de tiempo completo que eran alimentados por los agricultores circunvecinos, o quizás el trabajo en los tiros se realizaba por medio de prisioneros esclavos a los que se cambiaba cinabrio por alimentos en la bocamina. Cualquiera de estos supuestos o los tres mezclados, significaron para la población serrana del periodo Clásico, la oportunidad de intercambiar sus productos (cinabrio, plata, plomo, fluorita, calcita) por alimentos de otros medios .



